Una Plaza y Una Torre de Reloj.


Caminatas de un día blanco.
Remembranzas de una plaza y estatuas mecánicas.
Un hilo orgánico que se desliza por cuadros helicoidales.
Si corres detrás del capitán veras una plaza paralelamente cristalina.
Guerras de gargantuas guardando los costados derechos del abdomen de la plaza.
Y el reloj se mecerá por encima de un arco hecho de relicarios rojos y azules.
En el parque esperan tres canastos de la misma clase de naranjas pálidas.
El viento es unidireccional y regresa por donde los pilares diseccionan la luz.
Si atraviesas la tarde, figuras opacas vendrán en un angosto tren.
Y se verán nubes de gladiadores y ecuaciones de humedad y vapor por dentro de los mosaicos de la plaza.
Paseos en el tiempo conjurados por una astilla aterciopelada.
Y así, llegara la única silueta capaz de drenar todo el aire de la plaza.
Ahora vidrios de oro y pequeñísimos amuletos me hacen compañía en lo que una vez fue una plaza y una torre de reloj.

Es acerca de un sueño que tuve anoche.

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